«Un diletante en la cocina» tarjeta de presentación

...siempre acompañada de un poco de chocolate

El "robacorazones y almas" de Molly Wizenberg | www.orangette.net

Aseguran los antropólogos que los simios no evolucionaron a homínidos hasta que no aprendieron a cocinar. Comer dejó de ser una mera necesidad y se convirtió en un elemento esencial para la socialización, convirtiéndose así en un elemento más de la cultura de los pueblos, como la literatura, la pintura o la música. No puede entenderse la historia de la humanidad sin vincularla a la historia de la gastronomía, aunque el rito de la alimentación prefiriera un desarrollo más discreto que el de otras artes que enseguida ganaron la condición de sublimes.

Cuando hace unos días me propusieron colaborar con una nueva revista digital, Requetecomo.com, dedicada a la gastronomía y, en general, a la buena vida, no lo dudé. Llevo muchos años gestionando un blog dedicado a la cocina y a la cultura, un diletante en la cocina, hasta ahora no me había atrevido a compartir mis experiencias en un espacio dedicado a los placeres mundanos, a escribir sobre restaurantes, recetas, cocteles y tapas como espacio de convivencia, de tolerancia y de empatía.

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En un mundo y en un país descompensado por posiciones intolerantes y extremas, la cocina se convierte en un territorio de concordia. No hay problema que no se solucione tras una larga sobremesa.

Un diletante en la cocina nació con la intención de poner en relación la cocina en todas sus vertientes con la cultura. Grandes escritores como Cervantes, Shakespeare, Flaubert, Dumas o Vázquez Montalbán utilizaron la gastronomía como un recurso estilístico más. No se entiende el Quijote sin el guiso de duelos y quebrantos, el Falstaf de Shakespeare ahogaba sus penas en jerez y en malvasía canaria, Dumas escribió un libro de recetas y el detective Carvallo gestionaba sus angustias vitales frente a un plato de cap i pota.

La pintura también está plagada de referencias a la buena mesa, los grandes banquetes de dioses y mitos, las últimas cenas o los bodegones están llenos de referencias a las costumbres alimenticias de la sociedad en sus distintas épocas.

La propuesta del diletante es, por lo tanto, ambiciosa, aunque no se puede olvidar que la vida no sólo se compone de grandes momentos, de grandes platos, sino también de guisos cotidianos que terminan por enderezar un mal día, ¿Quién no ha reordenado sus angustias tomándose un tazón caliente de caldo casero?,¿Quien no ha rememorado su infancia mojando una magdalena o un sobado en un chocolate caliente?

La oportunidad de compartir mis experiencias gastroemocionales en una revista digital era todo un reto. Mi objetivo es no renunciar a los principios y a los valores de todo buen diletante, por eso puse como única condición, innegociable, que el espacio que pudieran habilitarme fuera absolutamente libre, sin ningún ánimo de lucro, ni directo ni indirecto, renunciando de antemano a cualquier retribución, también a cualquier influencia.

No en vano diletante, según la Real Academia de la Lengua, es aquel que cultiva algún campo del saber, o se interesa por él, como aficionado y no como profesional. A veces la palabra se utiliza en sentido peyorativo, lo sé y lo asumo, pero manteniendo ese espíritu amateur se garantiza la más absoluta libertad para acertar o para equivocarse.

la cocina se convierte en un territorio de concordia. No hay problema que no se solucione tras una larga sobremesa.

Espero que, a partir de este primer capítulo, el capítulo 0, sea capaz de despertar el interés de los lectores que se acerquen a este diario en busca de nuevos restaurantes, también de restaurantes de toda la vida que han sido capaces de sobrevivir y convertirse en tendencia. Nuevos y viejos sabores conviven en este espacio con la voluntad de generar concordia, que falta hace.

Para abrir boca y mostrar de verdad una tarjeta de presentación efectiva, he decidido empezar por el postre, un postre de chocolate, porque las presentaciones sólo tienen sentido si van acompañadas de chocolate.

Es una receta de Molly Wizenberg, una blogera norteamericana que gestionaba, hasta noviembre de 2018, una bitácora de cocina que se titulaba www.orangette.net; acaban de traducir al español su primer libro, Un Hogar en la Cocina (Editorial Colandcol).

La última receta de este libro es un pastel chocolate que en inglés se subtitula Kate’s winning hearts and minds (algo así como robacorazones y almas).

Es, en realidad, un bizcocho muy sencillo de hacer, sólo se necesitan 200 gramos de chocolate negro (yo hago 100 de chocolate con leche y 100 negro al 70% de cacao, intento que sea de repostería), 200 de mantequilla sin sal, 120 gramos de azúcar, cinco huevos medianos y una cucharada cumplida de harina (80 gramos).

Hay que deshacer la mantequilla y el chocolate bien al baño maría o al microondas en tandas cortas (30 segundos y luego remover) hasta que queda un líquido denso y cremoso.

Se deja enfriar un poco, sin que llegue a solidificarse de nuevo, y se van añadiendo los huevos uno a uno, se baten hasta que queden integrados perfectamente en la crema de chocolate. Si se baten con cierto brío la masa va tomando aire y, con el aire, volumen. Hay que ir incorporándolos poco a poco, hasta que quede la masa bien esponjosa.

Cuando se han mezclado todos los huevos se añade la harina, si se tamiza previamente el pastel ganará volumen.

Terminada la masa del pastel, se engrasa un molde de los de tartas (molde redondo de 20 centímetros de diámetro, los de caucho van muy bien. Conviene que tenga un poco de altura). Se precalienta el horno a 180º, se vuelca la masa en el moldo y al horno caliente durante 25 minutos (más o menos, porque cada horno es un universo en si mismo). Al cabo de ese tiempo ha de quedar la masa ya cocida, se sabe el punto porque la masa empieza a separarse del borde, queda un pelín seca. Se apaga el horno en ese instante y se deja 5 minutos más reposando en el interior, para que la masa no se hunda de golpe.

Cuando el pastel esté templado se puede sacar al exterior para que termine de reposar. Se desmolda pasados 10 minutos y se puede servir bien con nata montada, con un simple glaseado de azúcar y cacao en polvo, o con una bola de helado de vainilla.

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