
Entre Paseo de Gracia y Rambla de Catalunya, se esconde un estrecho pasaje. El de la Concepció. Como en otros callejones del corazón del Eixample, éste se viste con flores y terrazas escondidas. En el número 12, una puerta negra, revestida con abalorios dorados y un pequeño sobre techo adornado con luces, da la bienvenida a Boca Grande y Boca Chica: dos restaurantes únicos de la ciudad de Barcelona, fusionados en un mismo espacio. Una obra de arte gastronómica y visualmente hablando, que durante años ha aparecido en las guías turísticas de las principales compañías aéreas con destino la Ciudad Condal.
Un concepto, dos restaurantes
Suelos de moqueta. Luz tenue y cuadros vistiendo las paredes. La decoración es parte de la exquisita experiencia y apariencia de este lugar. Impoluta, bien pensada. Con una brisa exótica, pero elegante y con toques de luz. Boca Grande está en la primera planta. Marisco y pescado fresco, producto de primera calidad y una carta sofisticada, pero muy atrevida. Pensada para comidas y cenas, es el espacio principal del restaurante.
Boca Chica, en la planta de arriba, es donde tuve el placer de pasar una de estas calurosas tardes de agosto. Se trata de un espacio más íntimo, pensado para tomar algo. Los cócteles son su especialidad y aunque también abogan por el concepto “picar algo”, la magia de sus brebajes es su hit más reconocido.
Una tarde en Boca Chica

Sofás de terciopelo. Mesas hechas con azulejos. Una barra con taburetes altos y una decoración floral con pequeños destellos de luz presiden el espacio. La carta de cócteles es variada y delicadamente sofisticada. Desde los clásicos mojitos o Moscow Mule hasta cócteles de autor, propios y únicos del lugar. Unas mezclas canallas, que sorprenden al paladar; con una presentación tan exquisita que parece que te estés bebiendo pequeñas obras de arte.
Nuestra elección fue el Sailors Navy, un cóctel muy dulce, con una suavidad afrutada, hecho con ron y piña; y un Brigitte Bardot, también muy dulce, pero con un toque picante, servido en una tetara en forma de elefante.
Un hilo suave de música acompaña a los comensales. Todo los detalles en Boca Grande y Boca Chica están milimétricamente cuidados. Un personal risueño y atento, conocedor de sus productos y con buena intuición a la hora de recomendar.
Mención especial a los baños
No podemos cerrar este artículo sin antes hacer una especial referencia a los baños. Puede parecer sorprendente, pero realmente son merecedores de una visita. Espejos de distintas formas y tamaños decoran las paredes de la zona común, para lavarse las manos.

La luz tenue, como en el resto del restaurante, envuelve el espacio de una tez mágica. Un lugar romántico y bien cuidado, en la línea del resto de espacios que construyen Boca Grande y Boca Chica, entremedio de dos de los ejes neurálgicos de la ciudad de Barcelona.
La próxima visita será para comer en Boca Grande y rematar la velada repitiendo en Boca Chica. Un espacio glamuroso, que te hace sentir especial.